Pommard: el nombre sonoro, generoso y evocador de una aldea y un viñedo icónicos de la Borgoña.
Situados entre Beaune y Volnay, los crus de Pommard son el símbolo mismo de los tintos borgoñones y, desde la edad media, toda una referencia: «la flor de los vinos de Beaunois».

Pinot Noir y nada más que Pinot Noir

Las primeras laderas de Pommard se aprecian a unos kilómetros al suroeste de Beaune.
Un mosaico de parcelas y terrenos («clos») rodean una población opulenta y encantadora que recibe su nombre de una antigua divinidad, Pomona, diosa de los jardines. En una cuesta de Beaune, reconocida por sus grandes vinos blancos, Pommard constituye una excepción con sus caldos extraídos exclusivamente de Pinot Noir.

¿Ferrari o Aston Martin?

En el ámbito de la denominación, estas 321 hectáreas parecen un auténtico desfile de alta costura, una colección de 28 primeros crus que constituye un extraordinario libro de cava. Al ojo, este vino tiene un color rojo profundo, en nariz su buqué expresa aromas de arándano y grosella que evolucionan hacia unas notas de chocolate y cuero. En boca, el Pommard es un vino honesto y leal con taninos firmes y potentes. Como en toda familia, la denominación cuenta con personalidades de gran renombre, como corresponde al viñedo de la Borgoña. Una viticultora de Pommard explica a su manera el temperamento de estos vinos: «Los Rugiens, vinos fuertes y estructurados ubicados en el sur del pueblo, recuerdan a un hombre joven de hombros trabajados propios de un jugador de rugby al volante de un potente Ferrari, mientras que los Epenots del norte, sedosos y femeninos, evocan la elegancia de un joven golfista en su Aston Martin».

¿Sabía que...?

El castillo de Pommard, elegante residencia del siglo XVIII rodeada de una parcela de 22 hectáreas, es la dependencia en monopolio más grande de Borgoña en manos de un mismo propietario.